La Biblioteca de Alejandría
Parte I: ¿Es posible atesorar todo el conocimiento del mundo?
La Biblioteca de Alejandría, no sólo fue la más extraordinaria de la antigüedad, era también un centro del saber que combinaba los conocimientos grecolatinos con los orientales, es decir, los de todo el mundo conocido, y, desde luego, era el centro mundial de la cultura.
Se encontraba en el complejo del palacio real, dentro del Museión (Μουσείον), el cual podemos considerar fundamento griego de las universidades, junto con la Academia (Ακαδημία) de Platón y el Liceo (Λύκειον) de Aristóteles.
Alejando Magno hijo de Filipo de Macedonia y su esposa Olimpia, fue educado por Aristóteles -el más grande filósofo de la antigüedad- durante 5 años en su adolescencia; es muy probable que tal maestro, haya infundido en él un profundo amor por el conocimiento, aunque también es seguro que su mayor interés estaba en las conquistas militares.
Subió al trono de Macedonia a la edad de 20 años como Alejandro III y en el 334 a.c. salió a conquistar el mundo; sus ansias de totalidad lo llevaron, en tan sólo una década a construir un imperio que abarcaba desde Finisterre hasta el valle del Indo.
En el 332a.c. entra en Egipto, que en ese entonces estaba reducido a provincia persa y es recibido como libertador, inmediatamente es declarado hijo de Amón, al cual los griegos identificarán con Zeus (Zeus Ammón), y es nombrado Faraón; en el 331a.c. funda la ciudad de Alejandría, que abandona 6 meses después para continuar con sus campañas, no sin antes expresar sus deseos de construir en ella el museo y la biblioteca.
Se dice que sus generales, poco antes de morir, le preguntaron ¿quién reinará cuando mueras? y él supuestamente respondió “el más fuerte”. A su muerte, los diádocos –o sucesores, que eran no menos de 34 de sus generales con poder en una u otra parte de sus dominios– se disputaron el imperio Alejandrino; entre ellos los más importantes según Isaac Asimov, fueron Ptolomeo, Seleúco y Antígono, este último, apoyado con gran valor por su hijo Demetrio.
Ptolomeo I, uno de los generales de mayor confianza de Alejandro y amigo suyo desde la infancia, viendo que no sería posible que uno sólo de ellos se quedara con todo el imperio, decidió conservar Egipto, constituyéndose en el fundador de la dinastía ptolemaica que perduró por 3 siglos –más que ninguna otra dinastía egipcia–; gobernó Egipto como Faraón desde el 305 a.c. hasta su muerte natural a los 84 años en el 283 a.c., trasladó la capital a la ciudad de Alejandría y la convirtió en uno de los reinos helenísticos más exitoso, ya que fue él quien inició la construcción del complejo palaciego, el museo y la gran biblioteca.
Este gobernante era conocido como Ptolomeo Sóter (el salvador), en agradecimiento por parte de los rodios por su victoria sobre Demetrio, hijo de Antígono, otro de los diádocos –la diosa de la victoria alada esculpida en la isla de Samotracia conmemora la victoria de Demetrio sobre Ptolomeo durante la disputa de los diádocos, de la misma manera que el Coloso de Rodas (una de las 7 maravillas del mundo antiguo) es un memorial de la victoria de los rodios sobre Demetrio y fue construido con los materiales abandonados tras el sitio–.
Ptolomeo I siguió las instrucciones de Alejandro, ya que, como él, estaba convencido de que el conocimiento y su acumulación, le serían de gran ayuda para saber cómo gobernar países de tan distintas costumbres a las suyas, siendo un griego nacido en Macedonia y, también, tenía la certeza de que la cultura facilitaría la imposición de su influencia política en todo el mundo helénico.
El soberano egipcio, heredó la biblioteca de Aristóteles y, en su afán de ampliarla, envió cartas a todos los gobernantes del mundo conocido para que le fueran mandados todos los libros posibles, sobre temas tan diversos como poesía, prosa, retórica, sofística, teatro, medicina, adivinación, historia, etc. también se enviaron emisarios a los mercados de libros de Rodas y Atenas; creció la biblioteca de tal manera, que no sólo fue la más importante de la antigüedad, sino que no tuvo igual en 17 siglos, hasta la invención de la imprenta.
No se sabe con exactitud en dónde se hallaba la biblioteca, puesto que no se ha encontrado resto alguno de ella, pero si por diversos autores e historiadores, sabemos que se ubicaba dentro del complejo del palacio real y que formaba parte del museo –llamado así en honor a las musas, diosas griegas de la inspiración– como anexo, siendo éste el centro de investigación más grande de la antigüedad, al grado de que Atenas fue sustituida por Alejandría en todo cuanto al saber se refiere, con la única excepción de la Filosofía; tampoco sabemos cuál era su aspecto, pero, dado que la biblioteca de Alejandría sirvió de modelo a otras bibliotecas de la antigüedad, suponemos que la de Pérgamo, de la cual si hay restos excavados, nos permitirá imaginar su distribución, con grandes estancias alrededor de lujosos patios abiertos y porticados y adornada con esculturas de divinidades griegas y probablemente también de Alejandro como faraón y del propio Ptolomeo.
Ptolomeo II Filadelfo (el que ama a su hermana), cuyo sobrenombre se debe al hecho de estar casado con su hermana Arcione, era un hábil diplomático y un gran amante de la cultura y las artes, que ansiaba impulsarlas, por lo cual reclutó sabios, copistas y traductores de todos los sitios para trabajar en la biblioteca con grandes estímulos.
Dado que Alejandría era el puerto más importante del Mediterráneo, y, por ello el más frecuentado, ordenó que todo barco que llegara debía ser revisado, no tanto en busca de contrabando, como en busca de libros. Los libros retenidos eran copiados por los escribas de la biblioteca, quienes vivían, comían y se alojaban a costa del erario, además de percibir un sueldo y disfrutar de exención de impuestos. Al dueño se le devolvía la copia y la biblioteca se quedaba con el original. A esto se conoció como el fondo de las naves.
De cada pueblo, fueron también reclutados sabios que, además de su propia lengua, dominaran el griego a la perfección, de tal manera que, a cada libro del fondo de la biblioteca, se añadían sus traducciones al griego. Es impresionante pensar que cualquier estudioso de la época helenística, tuviera acceso a tanta sabiduría –entre 500 y 700 mil rollos- en su propio idioma. Se sabe que había un catálogo de los autores más destacados, de aproximadamente 120 rollos, si esto se multiplica por los varios libros de cada uno de estos autores, podemos adivinar la grandeza de su acervo.
El soberano, trajo a 6 judíos eruditos por cada tribu de Israel –72 en total– para que tradujeran el antiguo testamento al griego, lo que se conoce como Septuaginta (la biblia de los 70).
Era tal el crecimiento de la biblioteca, que Ptolomeo III Evergetes (el benefactor), ordenó la creación de una biblioteca pública, denominada “biblioteca hija”, que se encontraba fuera del complejo palaciego, en el templo de Serapis –deidad que fusionaba a los antiguos dioses egipcios Apis y Osiris– conteniendo por lo menos 40 mil rollos, todos ellos copias de los originales albergados en la gran biblioteca o “biblioteca madre”. Esta nueva institución estaba abierta al pueblo y a los visitantes.
El museión albergaba por lo menos 14 000 estudiantes, constituyéndose así en una gran universidad, aún para los estándares actuales. La ciencia Alejandrina era, desde luego, de inspiración griega, aunque muchas de las cuestiones prácticas son contribución egipcia, especialmente en química y medicina, derivadas de la experimentación ancestral en el arte del embalsamamiento; siendo Tot la divinidad de la sabiduría, los griegos la asociaron con Hermes el mensajero de los dioses, surgiendo así Hermes Trismegisto (el tres veces grande), considerado el padre de la alquimia occidental.
Esta institución fue, en fin, el más bello y famoso centro del saber antiguo durante 7 siglos; en ella, no sólo se reunían antiguos conocimientos, sino también se procuraban los nuevos como centro de aprendizaje y estudios e investigaciones, con personajes provenientes desde Atenas, Macedonia, Éfeso, Babilonia, Persépolis, etc.
En una segunda entrada sobre este interesante tema, se hará referencia a los genios de la antigüedad que trabajaron en la biblioteca y en el museión; también abordaremos la destrucción de la biblioteca.
Diciembre 2020